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Florent Marcellesi

mirada, hoy esquiva y distante, y favorecer la implicación activa de la ciudadanía en la lucha

por la transición energética.

Necesitamos que cualquier persona pueda entender de forma simple e intuitiva cómo el

cambio climático afecta a su tierra, a los paisajes que habita, a sus playas, a su agricultura, a su

economía y, en definitiva a su bienestar y a todo lo que tiene verdadera importancia. Se sabe que

el cambio climático supone la transformación real y profunda de gran parte de los fenómenos

de los que depende la vida: las temperaturas, las precipitaciones, la hidrología, etc. Fenómenos

que luego afectan radicalmente a las actividades humanas y, por tanto, a su economía, que a su

vez depende de los ecosistemas que habita para su reproducción y mantenimiento sostenibles.

¿Qué pasaría si Andalucía dejase de producir aceite de oliva? ¿ImaginasValencia sin naranjas?

¿O La Rioja sin vino? Todos estos cultivos se encuentran hoy en riesgo debido al calentamiento

global, desplazándose en pocas décadas su espacio de producción óptima al centro y norte

de Europa. ¿Qué pasará entonces con la cultura y el empleo de estas regiones?¿En manos de

quién estará nuestra soberanía alimentaria?

Este informe está estructurado en 3 partes : Primero, posaremos nuestra atención en el pasado

reciente del continente europeo e introduciremos los efectos del calentamiento global desde

1950 hasta la fecha. Observaremos los cambios que ya se han producido y, sobre todo, que

muchas de nuestras personas mayores han experimentado y sentido en carne propia. Como

apunta el autor del estudio, “el cambio climático no es sólo un hecho científico basado en

modelos matemáticos: es un proceso que ha marcado la vida de muchas personas, que han visto

cómo los paisajes de su infancia eran transformados por completo”. Desde esta perspectiva

personal, se trata de conectar emocionalmente el cambio climático con la vivencia de nuestros

padres y madres, abuelos y abuelas, y por supuesto, con los que vienen detrás.

En una segunda parte, echaremos una mirada hacia el futuro, con el año 2050 en el horizonte,

por ser la fecha escogida en las negociaciones climáticas internacionales para alcanzar un

mundo descarbonizado. Esta proyección en el futuro es una invitación a imaginar lo que nos

espera en caso de que la temperatura aumente de 2°C o 4°C. Nuestro bienestar y nuestra

soberanía estarán cada vez más condicionadas a la evolución del clima porque, evidentemente,

no es lo mismo vivir en un clima mediterráneo, que en uno semidesértico; como tampoco es lo

mismo disfrutar de un clima de fenómenos más o menos estables y previsibles, que poblado de

fenómenos extremos y sobre todo, de incertidumbre.

En este sentido, los científicos internacionales han dibujado una línea roja clara. Mientras que

por debajo de un aumento de temperatura medio de 2°C es todavía posible prever a grandes

rasgos los impactos del cambio climático, por encima de éstos, nos adentramos en terrenos

desconocidos y aún más peligrosos. Los ecosistemas no responden de forma lineal al aumento

de temperatura, y por encima de ciertos umbrales críticos (en este caso 2°C), los cambios pasan

a ser abruptos e irreversibles. La línea entre estabilidad y colapso, la vida digna y la incierta se

llama

2°C

.

Con esta doble perspectiva, a la vez retrospectiva, este estudio es una invitación a romper la

distancia emocional que mantenemos con el cambio climático. Es una invitación a ver el cambio